jueves, 29 de octubre de 2009

Muere Bernarda de Utrera, el milagro del flamencoLa cantaora, de 82 años, será enterrada hoy junto a su hermana Fernanda


(LA RAZON.ES)
Era necesaria. Porque después de un cante por seguiriya de su hermana Fernanda se nos quedaba el corazón apretado y el alma a los pies; en ese momento pensábamos en los niños que mueren, en el anciano yerto por el frío bajo el puente. Para todo esto nos parecía que nadie iba a tener solución, pero entonces salía cantando La Bernarda y la sonrisa volvía a nuestros labios. Era el milagro del flamenco: eso de cambiar el ahogo por la sonrisa, el martinete por las bulerías y el negro por el amarillo o el rojo de nuestra bandera. La Bernarda lo sabía. Como supo siempre que era imprecindible, porque sin ella abandonaríamos el Festival irremediablemente acongojados por la seguriya de La Fernanda, con moho de cuchillo oxidado.Cascabeles y floresPero, ¿quién ha dicho que el cante jondo siempre lleva lágrimas? También lleva cascabeles y una flor en el pelo, al ladito del moño que, en el caso de La Bernarda, casi revoloteaba, sin espina, sin musgos. La una, desgarrada con la rara belleza de la fealdad para cantar flamenco del bueno. Sin esguinces ni zapateaos. La otra, a remolque riente. Bien puesta, con su cimbreo de cintura y un quejío que era sonrisa franca. Después, el aplauso era a partes iguales. Para la soberana y para quien se dejaba llevar hacia dentro del escenario feliz y charlatana. Cuando Fernanda padeció una enfermedad, a Bernarda le dolía. Sólo que Fernanda, a veces, cantaba como un moho y entonces decía: «Cuando yo me muera, /mira que te encargo/que con la cintita negra que tiene tu pelo/me amarren las manos»Ayer dejó de sonreír. Y de charlar. Y de contonearse como una chiquilla de 12 años. Utrera, la de Salvador de Quinta, está de luto, como toda la afición flamenca. Y lo estará todos los años al celebrarse su Festival, porque ya no será el mismo. ¿Cómo concebirlo sin Bernarda haciéndole palmas a su hermana? Como dijo el torero, «lo que no pué ser, no pué ser y además es imposible». Descansa en paz, querida Bernarda, y goza ahora de esa legión de ángeles morenos que te estarán jaleando, igual que a Fernanda, por no veros demasiado tristes.

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