lunes, 12 de enero de 2009




Juan Quesada, en su última visita a Granada. La Opinión
Juan Quesada fue escogido entre más de 1.000 aspirantes para participar en la película ‘Vicky Cristina Barcelona’, el último trabajo del cineasta estadounidens.
JUAN PINILLA. A su madre la bautizaron en la Catedral de Granada, y aunque haya nacido en Barcelona y su padre provenga de Aguadulce (Sevilla), no ha sido por vía familiar que le entró el flamenco en la sangre, sino por casualidad. Ahora disfruta de la fama ganada tras colaborar en la película de Woody Allen ‘Vicky Cristina Barcelona’. –¿Cómo llegó al flamenco?–Paco de Lucía es el primero que capta mi atención. Un día, cuando vamos camino a Andorra le escucho y me quedo alucinado; parece algo antiguo y actual a la vez, me pareció extraordinario. Ahí empieza mi curiosidad por el flamenco y comienzo a estudiarlo, aunque, claro, lo ves en principio como algo imposible. Luego estudié con mis maestros de aquí; Cañizares me ayudó con el soniquete y Granados me dio partituras de una manera que lo aprendí bastante bien. –¿Se puede llevar el flamenco a las partituras? –Claro que sí, aunque el 100% resulta imposible. La guitarra sí, sobre todo las frases armónicas.Hoy en día hay gente que escribe muy bien y se han hecho trabajos interesantes, aunque no hay nada comparado con las vivencias que han tenido los cantaores y guitarristas antiguos. Las partituras ayudan, pero luego llega el compás y ¡cuidado! (risas). –La eterna pregunta, ¿es más difícil el flamenco o el clásico? –Tocar flamenco es alcanzar un nivel superior, es como todo lo del clásico pero a más, porque a esas técnicas del trémolo, arpegios, súmale el compás, que es algo fuera de lo normal, el tener que escuchar el ritmo, la compenetración con los demás, entonces ahí hay un trabajo donde se está toda la vida aprendiendo. Lo que sí que hay es una corrección de postura que resulta sana en los clásicos, miran más por la espalda; los flamencos, no. –La de Woody Allen no fue su única incursión cinematográfica...–Habíamos trabajado con una productora en otras películas, por ejemplo ‘Raval, Raval’, de Antoni Verdaguer, que fue compleja pero que al final nos gustó el resultado. Trabajamos como reparto en la última escena y compusimos una de las canciones. También aparece Manu Chao y Ojos de Brujo. A raíz de ahí salgo en una película rodada en Barcelona con un director japonés. Me gustaron bastante estas experiencias. –¿Y cómo surge lo de Woody Allen? –Lo vi en el periódico, me presenté al ‘casting’ y entregué el currículo. Parece que les gusté. Me dijeron que hay más de 1.000 guitarristas. Un día me citaron en Barcelona y me dieron las partituras, la de ‘Asturias’ y el ‘Capricho Árabe’.Me informan de que en una semana tenía que aprendérmelo. Llegué al rodaje dos horas antes, firmé el contrato y grabé primero el audio.Después surgió el hacer mi propio ‘play back’. –¿Así, directamente?–Estaba tocando y apareció Woody Allen con el productor. Me dijeron “firma estos papeles y ponte a grabar ya”. Fue un trato muy bueno. Se veía una energía enorme, era un sitio espléndido, un restaurante precioso de Barcelona, y a pesar de no entendernos por el idioma me trataron muy bien. Estuve tocando, el público que había detrás de la valla estaba en silencio absoluto y al terminar me aplaudieron. –¿Fue un trabajo fácil?–Sí, bueno, aunque ya sabes, las cosas del cine. En la primera escena con Scarlett Johansson y Rebecca Hall, que era una escena cortita, tardamos unas cuantas horas mientras ellos cuadraban el diálogo.–¿Qué impresión se trajo de Allen? –Me pareció una persona con una sensibilidad y una tranquilidad muy grande. Después de haber hecho la escena, ellos se pusieron a cenar y yo estaba tan inspirado que seguí tocando por propia voluntad. Estaba tan cómodo que lo hice sin darme cuenta y Woody Allen se subió a la cámara y me estuvo grabando durante casi seis horas.

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