martes, 3 de febrero de 2009

Manolo Franco y Paco Taranto irregulares en los Viernes Flamencos del Teatro Barakaldo

Manolo Franco y Paco Taranto irregulares en los Viernes Flamencos del Teatro Barakaldo (30 de enero de 2009)
01.02.09 -







Sigue la sección de críticas de música de nuestro 'guía' Óscar Cubillo. No te pierdas sus comentarios sobre los últimos conciertos.
Y si has estado en el concierto puedes dejarnos también tus comentarios
Tras aquella inauguración vespertina y dominical a cargo del cantaor estelar Miguel Poveda, los Viernes Flamencos arrancaron formalmente esta semana con el dúo formado por el tocaor Manolo Franco y el cantaor invitado Paco Taranto. El 4 de abril actuarán en el Centro Cívico Hegoalde de Vitoria, y merecerá la pena. Sobre todo por el toque magistral, majestuoso y magnífico de Franco, que abrió boca con un recital particular de tres piezas en las que destiló lirismo por los trastes, rebosó técnica todoterreno (arpegios, el pulgar marcando impactos, los dedos izquierdos veloces por el mástil) y dibujó una pureza sentimental aposentada en los paisajes andaluces, a los que evocaba mediante imágenes que trasladaban a fontanas cristalinas o cascabeles de alazanes.
Tímido, con pinta de bonachón, algo parecido a Chiquito de la Calzada (que ya se sabe era palmero flamenco y así visitó el Japón) y con una humildad terrenal paradójica ante su dominio del arte de la guitarra, Manolo Franco llamó maestro al darle paso a Paco Taranto (Francisco Álvarez Martín), cantaor trianero que pugna por revitalizar el legado de tantos personajes ignotos allende su barrio sevillano, caso de El Sordillo de Triana (“que estaba sordo como una tapia”) o Noriega. Con su pinta de galán pillo veterano, Paco Taranto cursó su intervención en dos partes, la primera sin hallarse y la segunda cómodo como cuando se junta con sus compadres en las tabernas trianeras.
Comenzó por alegrías, pero no se lució. Entre las bellas pinceladas de Manolo Franco (antoño escudero del gran Antonio Mairena), Taranto chillaba mucho, se despeñaba sin naturalidad ni continuidad, y el sonido, demasiado amplificado, horrísono, nos castigaba, tanto que hasta la última fila se escapó la churri (ceñidísimo como una segunda piel vestido de lana gris hasta el muslo, botas de charol rojo de caña alta y hebillas argénteas, entallado abrigo de cuero rojo supercool... para comérsela en pepito-ria, je, je...). Luego por malagueñas se intuyó el potencial y ductilidad de Taranto, pues inopinadamente se paseó por “un ramillete de fandangos” y cambió el palo de modo anárquico, ya que él nunca prepara el repertorio.
Tras estas dos piezas, las tres últimas dieron de sí lo que debía. Taranto se dejó llevar por el duende a pesar de quejarse en público de que no se oía por monitores y de reclamar solución. Y a partir de entonces casi se olvidó de toses, carraspeos, sudoración y nervios en el homenaje a los anónimos trianeros, pillándoles el punto en las soleás y presentando a cada uno como un locutor de televisión antes de mutarse otra vez en cantaor jondo, en otro alarde de ductilidad interpretativa.
Al final se dejó llevar por soléas y en el bis nos dejó un buen sabor de boca por fandangos. En este momento del bis, alguien le pidió que cantara por seguiriyas pero él respondió que le apetecía por fandangos. Y nosotros pensamos que para chulo él, Paco, aunque mil motivos más tenga para ello el bueno, en todos los sentidos, de Manolo Franco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario